El
rugby, dicen, es un reflejo de la vida misma y en este artículo, el autor
Sebastián Perasso, analiza la presión y como ésta afecta al rugbier.
Un
partido, un torneo o incluso una situación de juego determinada (por ejemplo una
conversión) puede ser recibida por el jugador de dos maneras diametralmente
opuestas: como una amenaza o como un desafío.
Si
se recibe como “una amenaza” el jugador se llenará de presión. Quedará
paralizado, temeroso, falto de confianza y rodeado de emociones negativas. Por
el contrario, si la tarea se toma como “un desafió” entonces el jugador no
sentirá presión alguna sino una gran motivación. En este caso, el jugador se
empapará de pensamientos positivos y estará en condiciones de elevar su
rendimiento deportivo.
Continuamente
oímos hablar de la palabra presión, pero ¿qué es realmente la presión?
En
principio, no es un objeto físico concreto y tangible. No la podemos ver ni la
podemos tocar, pero sabemos que existe porque condiciona las conductas y el
juicio de las personas. La presión es una sensación psíquica, es netamente
psicológica, lo que no quiere decir que no tenga existencia real.
Psicológicamente,
la presión es una tensión de opuestos que fuerza una reacción en un momento de
definición. Es un forzamiento. La presión psicológica entonces debe
distinguirse de la presión en sentido estricto que es la acción y el efecto de
apretar o comprimir.
Es
importante señalar que los factores que generan presión en un deportista no
pueden calificarse objetivamente en una escala según el grado de presión que
representan.
Así,
no puede decirse, en principio, que una determinada acción produce mucha o poca
presión, porque es posible que para algunos ese mismo acontecimiento genere una presión intolerable
y para otros no produzca presión alguna. Es decir, no puede hablarse – en
principio – de que un acontecimiento puntual produce mucha o poca presión, ya
que ello es subjetivo y dependerá del sujeto que la reciba.
Alguien
dijo alguna vez, “no hay problemas
grandes o problemas chicos, sino que simplemente hay problemas”. Así, a secas.
En igual sentido, no hay presiones grandes o
presiones chicas, hay simplemente acontecimientos o circunstancias que generan
presión y ellas tendrán la entidad que el sujeto involucrado les otorgue. Por ello, para un jugador una patada al touch en el
último minuto puede representar una enorme presión y para otro una conversión
decisiva tal vez no signifique tanta presión.
En
resumen, no se puede otorgar a los hechos un nivel de presión determinado,
porque ello resulta absolutamente subjetivo y dependerá del deportista
involucrado.
Por
otra parte, la presión que recibe un jugador puede ser: exterior o interior.
La
presión exterior representa “el poder del Otro” sobre el sujeto. Ésta puede ser
ejercida, por ejemplo, por los padres, familiares, entrenador o compañeros. Sin
embargo no se agota en las personas sino que también otras circunstancias
pueden ejercer presión sobre el jugador. Por ejemplo, cuando un equipo va
perdiendo y está desesperado por que se termina el partido es el tiempo el que
le está ejerciendo fuerte presión porque condiciona su desempeño.
La
presión interior está representada por el poder o la fuerza de las pasiones
sobre el sujeto. Ello significa que el mismo jugador es el que se pone presión
asimismo.
Así,
el miedo a ser juzgado o a ser puesto en duda hace que alguna vez muchos
jugadores duden de sus posibilidades y pierdan confianza en sí mismos. Pueden
estar auto presionados por creer no estar a la altura de las circunstancias y
por ello desarrollan un sentimiento de inferioridad.
El
miedo al fracaso y a decepcionar a su entorno y allegados puede generarles
enorme presión.
La
presión interior es la más difícil de manejar. Encontramos allí, la ambición
personal, la ansiedad, el nerviosismo, el miedo, el deseo de ganar, etcétera. La
ansiedad como presión interior, por ejemplo, no permite al jugador esperar el
momento oportuno.
Los
futbolistas profesionales en la ejecución de penales sufren de ansiedad como
consecuencia de la presión interior.
Por
otra parte, la presión excede al deporte y se encuentra en todos los órdenes de
nuestra vida (un examen, una entrevista laboral y muchos otros escenarios). Es
decir la presión no es propia solo de los deportistas, sino de todas las
personas en cualquier ámbito que sea, ya que forma parte de nuestra vida
diaria.
Es
una realidad, que la presión que se ejerce sobre un deportista es muy fuerte.La
presión es algo que uno se impone a sí mismo, por eso esta en cada uno
eliminarla. La presión es un obstáculo
que el jugador debe aprender a sortear y tratar de manejar en su beneficio. La
fortaleza mental permite justamente disminuir o suprimir las consecuencias
negativas de la presión.
Además,
ningún jugador, incluso los que tienen gran fortaleza mental, juega bien bajo
presión. Lo que hacen los fuertes mentalmente es lograr controlar esa presión. Es
decir, todos los deportistas, incluso los grandes campeones, han sufrido y
sufren presión, pero estos son capaces de controlarla o dominarla.
En
ese sentido, un gran campeón como el ajedrecista Garry Kasparov hizo referencia
a la presión que recae sobre los deportistas en el mas alto nivel. Al enfrentar
a la computadora Deep Blue en una competencia de ajedrez declaró: “ella no
siente presión.”
Por
ello, el éxito del deportista estará dado en gran medida a la respuesta que
tenga frente a las situaciones de presión que, indudablemente, tendrá a lo
largo de su carrera.
La
forma en que un jugador pueda manejar la presión es una de las diferencias
esenciales entre un jugador común y los grandes campeones. Los primeros
disminuyen su rendimiento frente a la presión; se intimidan y se ponen
nerviosos, mientras que los segundos “se agrandan”, aumentan su eficacia y
mantienen la serenidad en los momentos críticos.
Es
necesario para ello empaparse de energía positiva, es decir energizarse
positivamente con emociones positivas como puede ser las sensaciones de diversión o de gozo.
La
falta de confianza en uno mismo, el estrés y la ansiedad son las principales
manifestaciones de la presión.
Por
último, hay presiones negativas y positivas. Sin embargo, ambas pueden
intimidar al jugador. Las primeras son
comprensibles, pero las segundas existen por el temor a defraudar al otro. Así,
una hinchada colmada en un estadio que alienta al jugador puede ser recibida
como una presión negativa o como “una carga” si cree no poder satisfacer las
expectativas y defraudarlos. Por el contrario, energizarse positivamente con el
apoyo recibido es la respuesta positiva a esa presión.
En
definitiva, está en el jugador transformar la presión que recibe en “un desafío”
u oportunidad o en “una amenaza” para sí. Los grandes competidores son los que
conviven con la presión y en cierta manera la disfrutan.
Jimmy
Connors decía “donde hay presión hay una oportunidad”. El notable
tenista, tomaba lo positivo de su presencia, en el sentido de que si no
existiera una situación de presión, indudablemente será porque no habrá nada
importante o valioso en juego.
Los
que “no juegan por nada” son los que no tienen ningún tipo de presión, por ello
la existencia de la presión tiene en cierta manera una arista positiva. El
mensaje a transmitir es que si hay presión significará indefectiblemente que
algo grande esta en juego.
Manu
Ginobili es otro gran competidor que ha logrado convivir y disfrutar de los
momentos de presión, porque son justamente esos momentos, los que lo hacen
estar encendido, enfocado e híper-motivado.
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